de Doraldina Zeledón Ubeda
Este 30 de abril se celebra, por octava vez, el Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido, instaurado por la Liga para el Deficiente Auditivo, en Nueva York. La fecha no es fija para todos los años, sino que se celebra el último o penúltimo miércoles de abril, para que tenga mayor repercusión y la población se involucre más, lo que no sucedería si cayera en fines de semana.
El objetivo es que en todo el mundo ese día se dedique a la reflexión sobre las actividades ruidosas que realiza y las que permite, que se tome conciencia de los daños que el ruido causa a la salud.
Debido a que hay diferentes fuentes, esta vez me basaré en lo que dice la Guía de la Organización Mundial de la Salud (1999). En síntesis, los efectos del ruido en la salud son: deficiencia auditiva, interferencia en la comunicación oral, trastornos del sueño y el reposo; efectos fisiológicos, efectos sobre el rendimiento y el comportamiento e interferencia en actividades.
En el mundo, la deficiencia auditiva es el riesgo ocupacional más frecuente y la principal consecuencia social de esta deficiencia es la incapacidad para escuchar. Esto se debe a que el ruido ambiental o el simultáneo a la conversación, pueden enmascarar, el habla. También pueden enmascarar sonidos importantes, como una alarma, el sonido del teléfono. Por eso, el nivel de presión sonora del ruido ambiental debe ser inferior al de la conversación, para que ésta se pueda escuchar.
El nivel de presión sonora se mide en decibeles (dB). Después de los 85 decibles se tiene que usar protectores auditivos o disminuir la jornada de trabajo, según normas laborales internacionales. Estos niveles límites se toman en cuenta según el tiempo de exposición al ruido. Un ruido ambiental de 70 decibeles, no causa, generalmente, deficiencias auditivas, pero sí tiene efectos extrauditivos. Así, dependiendo del tipo de actividad y del lugar, un ruido aparentemente bajo puede afectar, por ejemplo durante el sueño o en una biblioteca.
El ruido afecta inmediatamente al interrumpir o no poder conciliar el sueño. También provoca cambios en la presión arterial y en la frecuencia cardiaca, incremento del pulso, variación de la respiración, arritmia cardiaca, etc.
Para descansar apropiadamente, el nivel de presión sonora equivalente (o nivel promedio durante las horas de sueño) no debe exceder los 30 decibles para el ruido de fondo (o ruido en el ambiente) y se debe evitar un ruido por encima de los 45 decibles.
Con la exposición prolongada al ruido los individuos susceptibles pueden desarrollar efectos permanentes, como hipertensión. La presión arterial y el riesgo de hipertensión suelen incrementarse en los trabajadores expuestos a altos niveles de ruido industrial durante varios años. También una larga exposición al ruido del tráfico, con valores de 65 a 70 decibles de valor promedio durante las 24 horas, puede tener efectos cardiovasculares.
El ruido también afecta el rendimiento, principalmente en trabajadores y niños, como la lectura, la atención, solución de problemas y memorización. También puede estimular la distracción y el ruido súbito puede producir efecto desestabilizante como resultado de una respuesta ante una alarma.
Se ha descubierto que en las escuelas cerca de los aeropuertos, los niños expuestos crónicamente al ruido de aviones, tienen problemas en la adquisición de la lectura, en la capacidad de motivación, etc. Y aunque se hayan adaptado al ruido, pues esto tiene sus consecuencias: "los niños que viven en áreas ruidosas presentan alteraciones en el sistema nervioso simpático, lo que se manifiesta en mayores niveles de hormona del estrés y presión sanguínea más elevada en estado de reposo" (similar puede suceder con los niños de los semáforos que pasan todo el día soportando el ruido, además de los gases, el polvo y el sol).
Pero el ruido también afecta la conducta y causa molestias, aunque esto depende del individuo y de variables no auditivas. "Por encima de los 80 decibeles también puede reducir la actitud cooperativa y aumentar la actitud agresiva".
Por lo tanto, el Día de la Conciencia contra la Contaminación Acústica, se debería reflexionar sobre los ruidos que se hacen en la casa, en el trabajo, y cómo afectan a los demás. Pero no sólo reflexionar, también hacer las actividades menos ruidosas. Hay varias recomendaciones de organizaciones que luchan contra la contaminación acústica: bajar el volumen a los equipos de sonido, televisores, radios, etc.; no sonar las bocinas de los vehículos, salvo que sea necesario; evitar conductas ruidosas, como gritos, portazos, hablar en voz alta.
Todo mundo puede contribuir, pero es una necesidad que las autoridades e instituciones ambientales, laborales, de salud, La Policía, la Procuraduría del Medio Ambiente, las alcaldías, Procuraduría de Derechos Humanos, etc., asuman su responsabilidad. Porque se puede controlar ciertos ruidos, pero hay casos en que es desesperante no poder hacer nada, como en el caso del transporte, los night clubs, las discotecas... Y la impotencia de sentirse totalmente desprotegidos, porque no hay adónde recurrir.
Edición del 19 de julio de 2003